sábado, 10 de diciembre de 2011

su dulzura disfrazada me hizo recordar a Magdalena...

En aquel preciso instante mis intestinos comenzaron a retorcerse y desdoblarse simulando el baile que el tabaco ofrece al café, Simunlando el contoneo de los arrecifes a mediados de febrero.

Mi columna ofrecia oraciones al hielo de sus ojos, al hielo de mi alma.

El viento cansado hace sangrar mis ojos, juega a hacer excepciones.

La Esperanza aquel invierno era morena y vestía sus trece otoños disfrazados de encaje y alquitrán.

Crece en cada trago su colección de nubes y mariposas deshojadas.

Su nombre siembra en cada estación pequeños fragmentos de delicadeza,

lo último que se pierde.

Su vida siempre nos señala al norte.

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