lunes, 19 de septiembre de 2011

las alas de mariposa de mi tio (LXXXVII)

Al morir se nos abre el ombligo por sus cuatro vértices,
tantos como puntos cardiales.
Nuestro torso desdoblado se funde con vuestras lágrimas,
empañando el ambiente de la estancia.
Por segundos, el último suspiro navega a la deriva
con intención de envolver vuestros corazones,
de alimentar por última vez vuestras aortas.
Cada vértice se une en un vínculo con la tierra y el espacio,
se clava como las raices,
asciende como confeti.

Al morir Julián se rompieron sus murallas,
descubrió la convinación del cofre del tesoro,
sus costillas abiertas liberaron todo el oxígeno que robó
y su corazón ocupó las cuatro paredes.

Ahora Julián era más grande que Julián ,
era la figura de un padre, una hermana y un amigo.
Ahora era por siempre.

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