lunes, 17 de septiembre de 2012

con apenas cuatro años perdí todo el pelo de mi cabeza, mi identidad. entre mi cráneo de coral se entrevería mi naturaleza, el mapa de mis sueños y la nebulosa de mis desmayos.
en aquel momento decidí que de mayor seria peluquera, que de aquello de lo que me había privado haría mi arte. Jugaría con sus cabellos haciéndolos mios, construyendo en los demás la imagen que nunca tuve para mí. Serían mis amantes silenciosos.
Disfrutaba con cada lavado, con cada corte, con el olor que desprendían sus lustrosas células muertas.
con el tiempo pude ver como el pelo de todos mis clientes se iba marchitando, envejecían sus personalidades, la tierra les invitaba a desprenderse de aquello que les limitaba. Cada vez se parecían más a mí, cada vez eran menos cosas las que nos diferenciaban y comprendí que en la vida existen dos tipos de personas: las que poseen melenas capaces de parar el tiempo y aquellas que prefieren que el tiempo les tatúe la piel del cráneo, les trace la linea del mapa del tesoro.

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