Qué bonita estás ahora, dos segundos antes de las palabras eternas, dos segundos antes de las palabras negras.
Qué bonita estás ahora que mis palabras aún te son ajenas. Dormida sobre
mí, sin pensamiento de escapar y con tu alma herida en potencia.
Qué bonita estás con tu corazón latiendo, con un dolor infinito, con un aliento seco que envuelve la atmósfera de la habitación.
Ojalá pudiese dejarte tan poéticamente bella, tan poéticamente
ignorante, tan poéticamente dormida en el equilátero mundo que creamos
en un lugar llamado tú.
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