sábado, 2 de mayo de 2015

DOLOR

Admiro el dolor.
El dolor es algo tan mágico, tan humano, tan sorpresivo.
El dolor te agarra por la espalda con sus huesudos dedos y, sin importar quien seas, te arrincona, te hace vulnerable, te despoja de tu identidad.
El dolor es corredor de fondo.
Campeón de los escondites.
El dolor es 100 hostias a sabiendas.
El dolor es una hostia imprevista,
El dolor es una promesa.
El dolor es con inocencia y a escondidas.

Me tocas, te siento, escucho tu corazón.
Quiero protegerte de los monstruos.

La culpa es mía por no sentirme expuesta,
por ser la fuerte y quedarme desnuda, perpendicular al reflejo de la luna.
La culpa es mía por alicatarte con mis piernas.
La culpa es mía por cubrirte con mis sábanas blancas los días de fiesta
y acostarme cada día laborable ensoñando tu recuerdo.
La culpa es mía por ponerte nombre.
Ponerte nombre y convertirte en símbolo.
Por no lavar mis sábanas y reciclar mis emociones.

Yo.
Yo bajé la guardia y me jodiste.
Me jodiste sin saberlo, 
sin ninguno de los dos pretenderlo.

Y cada noche llega el dolor y me congela el pelo de la cabeza
y amanezco bañada en sudor antártico
y sigo viéndote
y me sigues tratando
y el dolor sigue ocupando entre tú y yo unos cuantos continentes.

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